viernes, 14 de octubre de 2016

Como vivir y superar el duelo


La mejor forma de superar la muerte de un ser querido, es aceptar que aunque físicamente ya no está con nosotros, espiritualmente seguirá acompañándonos, seguirá estando vivo/a en nuestro pensamiento, en nuestro recuerdo, en nuestro quehacer diario. Recordar con cariño todos los momentos vividos puede ser nuestro mejor homenaje y nos ayudará a aceptar su partida de una forma gradual. No existe un tiempo prefijado para vivir el duelo. Cada cual necesitará el suyo, a pesar de que muchas veces nuestros familiares y amigos nos apremien porque quisieran vernos mejor.
Integrar el duelo es todo un proceso que conlleva reconocer el dolor que nos produce la pérdida, aceptar que nos duele, aceptar las ausencias, aceptar que ha muerto, llorar, llenar espacios vacíos, recordarle con cariño, e iniciar progresivamente el camino de regreso a la realidad y a nuestro propio orden de las cosas.

El duelo pasa por las siguientes etapas:

- Negación: No creemos que sea cierto, esto nos permite amortiguar el dolor ante una noticia tan traumática como puede ser la muerte de un ser querido. Esta defensa provisional pronto podrá ser sustituida por una aceptación parcial de la realidad.

- Ira: La negación es sustituida por la rabia y el resentimiento, surgen todos los porqué… la ira se desplaza en todas direcciones y nos quejamos sistemáticamente. De forma injusta la consecuencia de esta “ira” la sufren los seres que tenemos al lado. Más tarde, llega de nuevo el dolor y las lágrimas, la culpa, la vergüenza… Es importante que la familia y los amigos no tomen esa ira como algo personal, ya que esto podría fomentar actitudes hostiles que agravarían la situación.

- Negociación: Surge la necesidad de llegar a un acuerdo con la gente y con Dios, que nos ayude a superar el trauma.

- Depresión: Cuando termina la fase de negación, nos debilitamos, adelgazamos, aparecen otros síntomas y nos sentimos invadidos por una profunda tristeza. Es un estado en general transitorio que nos prepara para la aceptación de la realidad. Es contraproducente que intenten animarnos cuando estamos en esta fase, ya que lo que necesitamos es expresar nuestro dolor y sentirnos aceptados y comprendidos. Es una etapa en la que se necesita mucha comunicación y acercamiento. Tal vez nos transmitan más si acarician nuestra mano o si permanecen en silencio a nuestro lado.

- Aceptación: Si hemos pasado por las distintas etapas anteriores, contemplaremos el devenir con más tranquilidad. Pero la aceptación no es una etapa feliz, en un principio está casi desprovista de sentimientos. Empezamos a sentir paz y ya no sentimos tanta necesidad de hablar de nuestro dolor. La vida se va imponiendo. Ayuda el buscar una actividad gratificante que nos permita ocupar nuestro tiempo.

Pasados unos tres o cuatro meses, si nuestro estado de ánimo persiste y nos sentimos incapaces de seguir con nuestras actividades y enfrentar la vida, conviene buscar ayuda psicológica.
Es importante recordar que existen motivos para estar alegres, no vaya a ser que a fuerza de sentirnos amargados, vayamos aprendiendo la técnica y la practiquemos cada vez más, convirtiéndonos en unos “expertos amargados”, ya que como todas las técnicas, ésta también se aprende y se va instalando en nosotros hasta hacerse crónica.

Tendemos a centrarnos en las personas que faltan y sentirnos desdichados pero en medio del dolor que nos producen los recuerdos del pasado, olvidamos disfrutar los momentos presentes con los seres que tenemos al lado. Puestos a pensar, seguro que no tardamos en darnos cuenta de que existen numerosas razones para agradecer. También ésta es una técnica que podemos aprender, y generar así emociones más saludables y positivas.

IpsClinica

jueves, 25 de agosto de 2016

El Éxito


 Resultado de imagen de climber
Normalmente el ser humano tiende a ver el éxito en los demás y compararlo con el éxito propio, este ejercicio puede resultar frustrante cuando se advierte que los otros están llenos de logros que no se ven en el propio acontecer, así, es fácil caer en pensamientos tales como: “Mi hermano es exitoso porque tiene un trabajo que Yo no tengo”, “Mi amigo consiguió la pareja que Yo hubiese querido” o simplemente, “Ese hombre tiene tanto dinero y debe ser muy feliz” etc.….. y un largo etcétera.
Este análisis puede ser común a la mayoría de las personas que se lo plantean, pero carece de lo más obvio y que es “La perspectiva”, porque quizás muchos de los supuestos “exitosos” pueden tener la misma percepción respecto de sus carencias y considerar exitoso a quien no se siente así. Entonces podemos aventurarnos a decir que: “El Éxito tiene que ver, en cómo te ven los otros, más que por una mirada interna y nos hace falta la perspectiva del observador “
Para dar una pista de solución a este dilema, podemos ayudarnos de la siguiente manera:
1.-Rescatar cada pequeño éxito que tengamos….. en cualquier área. (Aunque sean éxitos que no lo parezcan, como por ej…Soy bueno (a) jardineando, sacando puzles, cocinando, analizando películas, hablando idiomas, etc.)
2.-Luego extrapolar esos éxitos a toda nuestra experiencia vital y darle una utilidad.
3.-Sentir cada pequeño éxito como algo único y propio y desde allí volver al ejercicio del principio.
La pregunta ahora es: esa persona será tan buena como Yo en esta actividad? O en estas actividades?
Quizás la respuesta no la sepamos nunca, pero ya hemos logrado construir una mirada interna respecto de los logros, capacidades y aptitudes que tenemos, lo cual nos lleva indefectiblemente a posicionarnos desde esa perspectiva inicial y nos daremos cuenta de que, podemos estar en la mente de los demás como personas exitosas.

 Germán Astudillo Del Villar

 

jueves, 18 de agosto de 2016

Consejos para responder a los hijos cuando exigen más tiempo a sus padres




Yo creo que siempre es insuficiente el tiempo que tienes parta dedicarles a tus hijos y ellos en el momento menos pensado, te reclaman esa ausencia, dice Francisco de 37 años, padre de dos niños  de 6 y 8 años . Mi hija menor tiene claro el cuento de mi trabajo y los turnos. Pero la semana pasada me llamo y me dijo: Papá, casi no te veo en la casa, siento que tengo solo mamá. Me sentí muy mal, confiesa.

La demanda de más tiempo de los niños a sus padres es cada día mayor, porque las jornadas laborales son más extensas para ambos padres. Como resultado el contacto con los niños se ha visto disminuido, lo que plantea la necesidad de una nueva modalidad de relación familiar que requiere de ajustes importantes, dice María Amelia Barrera, psicóloga infanto-juvenil.

Queja emocional

Es una queja emocional de los niños, asegura Paz María Lagos, psicóloga infanto-juvenil, es frecuente en consulta y además suele ser la base de muchos problemas conductuales que presentan los menores ¿pero cómo responder a esa demanda de tiempo? Una forma de enfrentarlo es tomar conciencia de que esa queja infantil es importante.
En el momento es bueno decirle a los hijos cuán importantes son a pesar de que llegan tarde después del trabajo y preguntarles que necesitan y como pueden mejorar. De acuerdo a las posibilidades de cada uno, disponer de más tiempo para ellos y mejorar la relación con los hijos priorizando la comunicación.
Es esencial, concuerdan las especialistas que los padres aprendan a relacionarse con sus hijos de manera afectiva y no efectiva. Los papás, comenta Lagos, usan como expresión del afecto la preocupación del bienestar físico, material e intelectual de sus hijos y dejan de lado la vinculación afectiva directa, el espacio de comunicación familiar, del contacto personal, las caricias, el silencio compartido, los ritos.

Comunicación afectiva

Mas que la falta de tiempo, lo que ocasiona problemas a los niños es no poder contar con los padres, asegura María Amelia Barrera. Es decir, despertar y no estar con ellos, acostarse antes de que los adultos lleguen, tener escaso contacto telefónico y cuando están presentes, mantener la comunicación en los límites de los deberes familiares.
Por eso para mejorar la calidad de la relación, se sugiere simplemente planificar; idear actividades que realmente impliquen pasar tiempo con los niños, como participar en cursos juntos, practicar un mismo deporte, hacer caminatas, juegos al aire libre, armar juguetes y pintar en familia, entre otras cosas. La clave es generar un punto de encuentro mutuo.

Pero también cuando se está en casa se pueden compartir las tareas domesticas con los niños, como cocinar, hacer el aseo, cortar el pasto, junto con las responsabilidades académicas de los hijos. Realizar estas pequeñas modificaciones en los hábitos familiares es útil porque los hijos sienten la presencia de los padres, aunque efectivamente continúen trabajando gran parte del día.

Hábitos familiares

Las sugerencias son muy simples; por ejemplo, acostar a los hijos por lo menos dos o tres veces por semana (turnándose los padres) mirarlos a los ojos cada vez que ellos les hablen a los adultos, almorzar juntos al menos una vez a la semana y compartir los desayunos. Además, hay que generar instancias de relaciones, conversar sobre cómo les fue en el colegio y contarles también como estuvo el trabajo de sus padres.

 Es importante que el tiempo dedicado a los hijos sea de mejor calidad. Eso implica tratar de reírse más y hacerlo juntos, contar chiste, jugar, jugar a las cosquillas , resolver puzzles juntos, leer, ver una buena película y comentarla , caminar o correr con los niños, llamarlos mas seguido por teléfono, escribirle mails, whatsapp durante el día.

jueves, 30 de junio de 2016

La temida “crisis de los 40”


Son las mujeres las que parecen sufrir más cuando llegan a su cuarta década de vida. Esto se debe a que atraviesan una etapa biológica en la que no son ni jóvenes ni viejas. Así, ¿Cómo superar esta crisis o impedir, sencillamente, que aparezca?

Puede que tengas temor de hacerte mayor o de dejar de ser joven. O ambas al mismo tiempo. Lo cierto es que la denominada “crisis de los 40” es sufrida por la gran mayoría de las mujeres y muchos hombres también. En el caso femenino, se suma el hecho de empezar a atravesar la menopausia y los síntomas que conlleva, tanto físicos como psicológicos.

La “crisis de la mediana edad” no aparece justo el día en que la persona sopla las 40 velas, sino que puede desarrollarse un poco antes o algo después. Es tiempo de empezar a analizar qué es lo que se ha hecho hasta ahora y los asuntos pendientes que nos quedan por resolver. Sin duda, en algunos casos la idea del retiro y la jubilación ya ronda por la cabeza (aunque todavía falten dos décadas más para ello en la mayoría de países occidentales).
Características de la “crisis de los 40”
Los expertos indican que existen dos tipos de crisis relacionadas a la edad. Una de ellas es la evolutiva, que tiene que ver con los años que tenemos y nuestros cambios biológicos. La otra es circunstancial, motivada por los cambios en el entorno pero que también nos afecta en lo personal. La crisis de los 40 años está incluida en el primer grupo.

Los síntomas de llegar a las 4 décadas pueden estar acompañados por un cuadro de depresión y ansiedad, especialmente debido a las presiones sociales y familiares al cumplir cierta edad. Por ejemplo, si esa persona aún no se ha casado o tenido hijos, no ha conseguido un buen empleo o no ha comprado su casa, los estudios dicen que tiene una mayor probabilidad de sentirse triste que alguien que haya cumplido con esas pautas culturales.

Los motivos de la crisis de mediana edad son diversos, pero los más frecuentes son: inseguridad, responsabilidad excesiva, rutina desde hace mucho tiempo, parejas conflictivas, darse cuenta de los errores cometidos, aburrimiento, falta de objetivos claros, etc.

Una nueva perspectiva
Sin duda, uno de los signos más importantes de la crisis de los 40 es esa necesidad de volver a ser “jóvenes”, es decir, de tener nuevamente 20 años (o menos). Esto conlleva a la búsqueda de nuevas experiencias, a hacer cosas que antes no se habían animado o podido por diversas razones, vestirse como un adolescente, frecuentar bares o discotecas, etc.
Esta nueva actitud ante la vida puede convertirse en un nuevo despertar maravilloso, en una motivación que nos saque de nuestra rutina y enriquezca nuestras vidas. Pero, también puede provocar una gran nostalgia que nos paralice y haga que empecemos a dormir profundamente sobre aquello que fue, olvidándonos de que tenemos todavía un montón de cosas por hacer.
El cambio positivo que puede emanar de esta crisis procede en gran parte de la aceptación de que ha pasado el tiempo, sin sentimientos de rabia o impotencia. También, procede de no abandonar al presente y al futuro por prestarle pleitesía la pasado. Finalmente, podemos decir que una buena reflexión y un buen rediseño de nuestra vida, que es en realidad lo que nos está pidiendo el cuerpo, harán que sigamos adelante con la sabiduría de ahora y la inquietud joven de antaño.

Dicho lo cual, en puntos concretos, qué podemos hacer frente a esta “crisis”:

Mantener la actitud positiva: No importa que todos te hagan notar que ya estás más “grandecito”, es bueno saber que la edad trae experiencia, anécdotas y conocimientos. Aún tienes muchos años por delante, no vale la pena que te los pases sufriendo.

Disfrutar: La experiencia de haber crecido y pasado por muchos problemas te hace aún más interesante y preparado para lo que continua. Tendrás un mayor auto-control, sabrás las consecuencias de tus actos y no serás para nada un improvisado. Recuerda también que el mejor momento es el aquí y el ahora. No asocies la juventud con la felicidad. En cada etapa de la vida se puede estar alegre y pleno.

Reflexionar: Podría decirse que estás en la mitad de la vida. Es un buen momento para pensar en lo que ya has hecho y también en el futuro, porque aún queda tanto por realizar. Cualquier cambio que desees a partir de ahora, tendrá que ser evaluado y analizado detalladamente.


viernes, 24 de junio de 2016

Cómo enfrentar los temores infantiles más comunes

  

Hablar de fantasmas, de muerte o de abandono puede sonar a ingredientes clásicos del mejor cuento de terror. Pero en el caso de los niños, estos temas dejan de ser un simple relato y suelen ser motivo de verdaderas angustias. El miedo es innato en la naturaleza humana. No se puede optar, es inevitable y tiene una función adaptativa, en la medida que permite a los individuos tomar algunas precauciones ante una realidad peligrosa, explica la psicóloga infanto juvenil del Instituto Neuropsiquiátrico de Chile (INC), Oriana Valverde.
Pero en el caso de los niños el temor presenta un rostro diferente. Debido a que los menores comienzan a conocer el mundo, la mayoría de las cosas que los rodean les son desconocidas y, por ese motivo, estímulos externos como una sombra repentina en la noche o el ruido del viento azotando un árbol le hacen sentir temor.
Los miedos cambian según la fase del desarrollo del niño y, aunque estas etapas no siempre coinciden exactamente con los años del menor, en general se repiten algunos temores según la edad:
Dos años: Lo desconocido
Al empezar a caminar y a explorar solos, aparecen temores a lo desconocido, pues los niños comienzan a tomar conciencia de lo que los rodea. En esta etapa, aquel vecino desconocido, el sonido de pasos o algún objeto específico como un juguete les produce inquietud.
En ese sentido, el miedo adopta una actitud de tipo defensivo, se esconden detrás de la mamá, comenta Oriana Valverde. Para evitar estas angustias, la especialista recomienda agacharse para estar a la misma altura del niño y ser una figura más próxima.
Tres años: Terrores nocturnos
Es común que en esta etapa los niños despierten llorando en las noche, pues los menores de seis años difícilmente distinguen entre fantasía y realidad, explica Hernán Montenegro, profesor de Psiquiatría infanto-juvenil en la U. de Santiago (USACH). Por esto, despiertan y no saben si lo que soñaron era verdad o no.
Además, ver películas o series de terror muy violentas tiene consecuencias, porque cualquier ruido puede ser relacionado con aquel monstruo o escena que vieron en la televisión. Oriana Valverde agrega que es importante usar cuentos adecuados. Por ejemplo, La caperucita Roja, donde el lobo se la come, es muy amenazante. Lo mismo pasa con Hansel y Gretel, en que la bruja los echa a una olla. En ese sentido es bueno usar fábulas, donde no hay cosas voraces y, además, dejan una enseñanza.
Cuatro a cinco años: Oscuridad
Los miedos son más específicos, como la oscuridad, los perros o quedar atrapado en un ascensor. También a esta edad el miedo es más aprendido, porque es una de las emociones más contagiosas. Si los papás no logran catalizarla, se las transmiten, afirma la Psicóloga del INC.
En ese sentido es importante reflejar confianza y, si el menor tiene pesadillas, acompañarlo a su cama y explicarle que lo que creyó ver sólo era un sueño y no una realidad. Además, como aún no dominan esta distinción entre fantasía y realidad, las soluciones pueden ser tan mágicas como el mismo temor. Por ejemplo, si le da susto un monstruo un oso de peluche más grande los puede hacer sentir más seguros.
Más de seis años
La entrada al colegio coincide con la aparición de nuevos temores. A esta edad se estructura un pensamiento más lógico y a buscar explicaciones. Según el doctor Montenegro, acá surge el temor a la muerte: empiezan a ver que las personas o sus mascotas se pueden  morir, pero él aún no se incluye entre las personas que pueden hacerlo. A partir de esta edad empiezan a comprender que es irreversible.
Enfrentar esto depende de la fe que cada padre les transmite a sus hijos, pero de todos modos si preguntan si van a morir hay que darles una respuesta afirmativa. Si han tenido un duelo con una mascota, hay que aclararles que ya no está entre nosotros, pero su espíritu si y que, aunque da pena, es parte del proceso de la vida, concluye Oriana Valverde

viernes, 10 de junio de 2016

Los trastornos que sufren los niños perfeccionistas


Probablemente más de alguno tuvo como compañero  de curso a un niño perfeccionista en el colegio. Aquel chico que era considerado el mas aplicado, que sacaba las mejores notas y que parecía hacerlo todo bien. Amados por los profesores y exigidos por sus padres, estos niños suelen enfrentar gran presión y las burlas por parte de sus propios compañeros que los catalogan como ¨mateos´´.
Isabel Salinas, profesora de Educación Básica, cuenta que es ´´frecuente verlos llorar o amurrarse cuando no obtienen nota 7, aunque nunca bajan del 6,5. A veces suelen ser los padres quienes los presionan. Cuando una les pregunta, los niños cuentan que los papás los castigan si no cumplen sus expectativas´´.
Inseguros y rechazados
Para los psicólogos, El problema surge cuando- en lugar de canalizar positivamente sus buenos resultados académicos -, los niños terminan volviéndose tan competitivos que les resulta imposible enfrentar la idea del fracaso. ´´ Tratan de protegerse de las criticas y temen que se les deje de querer si fallan. Terminan siendo niños muy inseguros´´, asegura Virginia Smith, de la Asociación de Psicólogos en Educación de E.E.U.U.
En chile, la psicóloga y académica de la U. del Desarrollo, Gloria Chanes, explica que la inseguridad surge como patrón en estos niños, ´´porque basan todo su éxito en el rendimiento académico y en el hecho de sentirse validados, especialmente por sus padres. Creen que sólo así pueden tener el control sobre sí mismos y sobre su entorno´´.
La directora de la Escuela de Psicología de la Universidad del Desarrollo en Santiago, María Paz Soublette, explica que en estos casos lo más difícil es darse cuenta que existe un problema. En general el niño ´´mateo ‘no da problema. Se le sigue estimulando en la competencia y lo más probable es que a los 16 años termine convirtiéndose en el antipático del curso´´, dice.
Efectos nocivos
El resultado para estos niños termina siendo, en muchos casos, la marginación y la dificultad para disfrutar el juego con sus pares. También existen trastornos emocionales que, según los expertos, pueden empezar a manifestarse en la adolescencia
´´son niños muy ansiosos, que en su edad adulta pueden caer en estados depresivos. En casos más extremos surgen problemas como la anorexia incluso ideas o intentos de suicidio, porque sienten que son incapaces de cumplir con las expectativas´´, dice Gloria Chanes.
Este tipo de situación se genera especialmente cuando el niño perfeccionista tiene limitaciones para el estudio ´´y no de tipo cognitivo, sino emocional; estrés en el hogar, abuso psicológico o un clima de hostilidad permanente y una fuerte presión por obtener resultados´´, recalca Chanes.

IPS clinica

lunes, 30 de mayo de 2016

¿Qué hacer con un hijo en su adolescencia?






Los papás no cuentan con las herramientas adecuadas para enfrentarlos porque los viejos esquemas resultan inútiles frente a esos nuevos desafíos. Ante esto, la inseguridad, el temor y la angustia se apoderan de ellos y esto promueve los conflictos y las peleas. Entonces, el pronóstico que tenían de lo que iba a ser la adolescencia se cumple.

La adolescencia, es una etapa de transición de la infancia a la adultez, un periodo en el cual el joven busca su identidad y por definición esto trae consigo cambios físicos y psicológicos que no son fáciles. Lo malo es que a muchos padres esta etapa de sus hijos los coge fuera de base. No solo sufren un duelo interno porque su pequeño creció sin saber a qué horas, sino que muchas veces coincide con la crisis de la edad mediana de ellos.

Las parejas cada vez tienen sus hijos más tarde y para cuando estos cumplen 15 años, sus padres son cincuentones con demandas sociales y presiones laborales, tensiones en el matrimonio y cierta inestabilidad emocional. “Además, el mandato social dado por las tendencias de la crianza de hoy es que los papás están a cargo de la felicidad integral de sus hijos y deben procurar que sean perfectos en todos los campos” Durante la adolescencia, ese mandato es una camisa de fuerza que genera más confrontaciones y crisis.

En estos nueve puntosestán las actitudes que hay que corregir para que el joven no rompa la calma del hogar.

1. Visión fatalista: Los padres creen que la adolescencia es un problema y se preparan para afrontarla con pesimismo, desconfianza e inseguridad. Y si bien es cierto que esta puede ser inquietante, si se asume como una etapa llena de sufrimientos y dificultades puede llegar a ser más difícil de lo que en realidad es. El antídoto: No predisponerse y cambiar de enfoque, pues no todo es difícil en estos años. Así como es una etapa de rebeldía también lo es de posibilidades.

2. Pretender ser su amigo: Algunos padres se intimidan con la rebeldía de sus hijos. Para evitar el conflicto optan por ser comprensivos y creen que si son amigos de sus hijos minimizarán la confrontación. El antídoto: En esta etapa los hijos necesitan que sus padres asuman su papel para que los guíen y les pongan límites pues, aunque no parezca, los mayores tienen una gran influencia en ellos. Aún más, necesitan saber que ellos son una especie de puerto seguro. La clave es la manera como se transmite el mensaje y para ello lo mejor es hacerlo con firmeza y de manera oportuna.

3. Expectativas poco realistas: Los papás esperan todo de sus hijos, que sean tranquilos, exitosos, hábiles socialmente, competitivos y disciplinados. Esa misión desgasta porque no es realista. El antídoto: Darle un poco de autonomía al hijo para que viva solo ciertos procesos y confiar en que la educación que se le ha dado hasta el momento le ayudará a tomar las mejores decisiones.

4. Abandono involuntario: Algunos padres le ponen toda la energía de la crianza a la etapa de 0 a 12 años y cuando empieza la adolescencia dejan de hacerlo, ya sea porque están agotados o porque los jóvenes ya parecen adultos que se pueden defender en el mundo. En ocasiones creen que darles libertad es una forma de mostrarles respeto. En todos estos casos, la lectura que hacen ellos es que sus padres los abandonaron. El antídoto: No se puede abandonar el barco porque el joven aún no está listo para ser capitán. Hay que dedicarle tiempo y, sobre todo, estar ahí para cuando él lo necesite.

5. Tirar la toalla: ‘Lo he intentado todo y nada funciona’, ‘Este chino cada vez está peor’ y ‘No sé qué voy a hacer con ese muchacho’, son frases que se les escuchan decir a muchos padres de adolescentes. Esto sucede porque a veces el joven es desafiante, agresivo y rebelde, y ante esto los padres terminan dándose por vencidos. El antídoto: La parálisis es la peor opción. En estas circunstancias ayuda tener redes de apoyo, buscar información para entender que otros padres están experimentando la misma situación.

6. Mala relación con la tecnología: El error de los padres consiste en vivir desconectados de los nuevos medios. Esto los lleva a tomar decisiones extremas, desde prohibir todos los aparatos, hasta darles total libertad. El antídoto: Hay que aprender a usar los gadgets en la vida cotidiana y volver a la tecnología una aliada, no una enemiga. Esto ayuda a hacer una supervisión respetuosa y evitar el estrés de la familia.

7. Una comunicación lejana y agresiva: Insultarlos y humillarlos genera más rebeldía y sensación de soledad, así como falta de pertenencia en una etapa en la que el adolescente necesita precisamente eso, pertenecer. El antídoto: No regañarlos por su forma de ser y menos en público, no compararlos con otros y no reprenderlos constantemente. Los padres deben prestar atención a los sentimientos, necesidades y expectativas de los jóvenes y no a las manifestaciones de rebeldía como la ropa, la música o los aretes, que no son asuntos de gravedad porque ceden con la madurez.

8. Casar batallas con frecuencia: Algunos padres creen que educar es no dejar pasar nada y siempre imponer su posición. El antídoto: Hay que hacer economía psicológica y esto significa elegir con inteligencia qué batallas dar. Tampoco es conveniente tomarse las cosas a título personal, pues el adolescente no es rebelde por molestar a los padres sino porque dicha actitud hace parte de la búsqueda de su identidad. Es importante expresar las inquietudes frente a su comportamiento, pero no es conveniente quedarse en la crítica.

9. La desconfianza básica: Pensar que el joven está al borde del abismo –es decir, del alcoholismo, las drogas, el fracaso académico o las enfermedades de transmisión sexual– genera estrés y pone una distancia. El antídoto: Hay que confiar en la naturaleza del joven y pensar en que los buenos hábitos transmitidos hasta el momento lo guiarán. El pelo desordenado, la ropa descuidada y la música estridente no son indicios de que anda en malos pasos. También es importante que se sientan capaces, que tomen decisiones, fracasen y asuman las consecuencias. 

miércoles, 11 de mayo de 2016

El Síndrome de Alienación Parental (SAP): una forma de maltrato infantil



El Síndrome de Alienación Parental o SAP es un conjunto de síntomas, que se produce en los hijos, cuando un progenitor, mediante distintas estrategias, transforma la conciencia de los niños con objeto de impedir, obstaculizar o destruir sus vínculos con el otro progenitor.
Este proceso se reconoce como una dinámica en algunas familias divorciadas.
El SAP puede ocurrir cuando el hijo es influenciado por un progenitor (progenitor A) para rechazar al otro progenitor (progenitor B). Por ejemplo, el progenitor A puede decirle al hijo que el progenitor B no quiere visitarle, cuando, en realidad, el progenitor B está trabajando.
En muchas ocasiones, este tipo de influencia negativa, utilizada de manera repetida, provoca que el hijo rechace al otro progenitor.
Es necesario reflexionar sobre el Síndrome de Alienación Parental y el peligro real de los padres que utilizan este tipo de conductas para hacer daño a su ex-pareja, pues el niño es el que realmente sufre las consecuencias negativas de esta situación. Pero también hay que tratar este tema con cuidado, ya que algunos padres, para su defensa legal, pueden acusar al otro miembro de la ex-pareja por utilizar SAP en su contra aunque no sea cierto.
Señales del Síndrome de Alienación Parental
¿Cómo actúan los padres alienadores? Estos son los comportamientos característicos de los padres que llevan a cabo el SAP:
  • Menospreciar, insultar o desvalorizar al otro progenitor delante del niño, mencionando temas de la pareja que no tienen que ver con el vínculo parental.
  • Contarle a un hijo los detalles del divorcio cuando el ex-cónyuge no está presente, pero como si este último fuese el culpable. El progenitor lo que busca es que el niño piense que el otro progenitor es la víctima y que, de esta manera, no empatice con él.
  • No permitir el derecho de convivencia del hijo con el otro progenitor.
  • Influir en los niños con mentiras sobre el otro llegando a asustarlos.
  • Incluir al entorno familiar y a los amigos en los ataques al otro progenitor.
  • Subestimar o ridiculizar los sentimientos de los niños hacia el otro progenitor.
  • Gratificar y reforzar los comportamientos despectivos y de rechazo por parte del niño hacia el otro progenitor.
Causas del Síndrome de Alienación Parental
¿Por qué un padre puede querer dañar la relación de su hijo con el otro progenitor? Las causas pueden diferir de un padre a otro, puesto que cada caso suele ser distinto. Estas son algunas de ellas:
  • Enfado acumulado durante la relación por no haber tratado los problemas de la manera correcta. La falta de control de la ira puede provocar, en estos casos, que los progenitores no sean capaces de separar los problemas de la relación de sus funciones parentales.
  • Problemas de autoestima. Lo que provoca dependencia emocional hacia el otro progenitor.
  • Falta de habilidades sociales y dificultades en la expresión y comprensión de las emociones. Pueden ser incapaces de sentir empatía hacia el niño y hacia el ex-cónyuge.
  • Trastornos de personalidad. Por ejemplo: narcicismo o Trastorno Límite de Personalidad.
Prevenir el SAP es la mejor terapia
La mejora manera de tratarlo es prevenirlo. Ya que, una vez que ocurre, es necesario atacarlo desde diferentes frentes. Que un niño sufra por la irresponsabilidad de los padres es tremendamente injusto. Por eso, la actitud de los progenitores en torno a su ruptura es crucial para el bienestar de su hijo.
Puesto que el SAP es una forma de maltrato infantil, una vez que ha ocurrido y es diagnosticado, puede tener consecuencias legales. Por ejemplo, el cambio de custodia para que el niño vuelva a establecer vínculos con el progenitor que ha sido víctima de la alienación parental. A veces puede ocurrir que el niño se niegue, y es por eso que el tema debe ser tratado con mucho cuidado. La terapia se hace necesaria para revertir la situación y, en muchas ocasiones, es el propio juez el que puede intervenir.