viernes, 14 de octubre de 2016
Como vivir y superar el duelo
La mejor forma de superar la muerte de un ser querido, es aceptar que aunque físicamente ya no está con nosotros, espiritualmente seguirá acompañándonos, seguirá estando vivo/a en nuestro pensamiento, en nuestro recuerdo, en nuestro quehacer diario. Recordar con cariño todos los momentos vividos puede ser nuestro mejor homenaje y nos ayudará a aceptar su partida de una forma gradual. No existe un tiempo prefijado para vivir el duelo. Cada cual necesitará el suyo, a pesar de que muchas veces nuestros familiares y amigos nos apremien porque quisieran vernos mejor.
Integrar el duelo es todo un proceso que conlleva reconocer el dolor que nos produce la pérdida, aceptar que nos duele, aceptar las ausencias, aceptar que ha muerto, llorar, llenar espacios vacíos, recordarle con cariño, e iniciar progresivamente el camino de regreso a la realidad y a nuestro propio orden de las cosas.
El duelo pasa por las siguientes etapas:
- Negación: No creemos que sea cierto, esto nos permite amortiguar el dolor ante una noticia tan traumática como puede ser la muerte de un ser querido. Esta defensa provisional pronto podrá ser sustituida por una aceptación parcial de la realidad.
- Ira: La negación es sustituida por la rabia y el resentimiento, surgen todos los porqué… la ira se desplaza en todas direcciones y nos quejamos sistemáticamente. De forma injusta la consecuencia de esta “ira” la sufren los seres que tenemos al lado. Más tarde, llega de nuevo el dolor y las lágrimas, la culpa, la vergüenza… Es importante que la familia y los amigos no tomen esa ira como algo personal, ya que esto podría fomentar actitudes hostiles que agravarían la situación.
- Negociación: Surge la necesidad de llegar a un acuerdo con la gente y con Dios, que nos ayude a superar el trauma.
- Depresión: Cuando termina la fase de negación, nos debilitamos, adelgazamos, aparecen otros síntomas y nos sentimos invadidos por una profunda tristeza. Es un estado en general transitorio que nos prepara para la aceptación de la realidad. Es contraproducente que intenten animarnos cuando estamos en esta fase, ya que lo que necesitamos es expresar nuestro dolor y sentirnos aceptados y comprendidos. Es una etapa en la que se necesita mucha comunicación y acercamiento. Tal vez nos transmitan más si acarician nuestra mano o si permanecen en silencio a nuestro lado.
- Aceptación: Si hemos pasado por las distintas etapas anteriores, contemplaremos el devenir con más tranquilidad. Pero la aceptación no es una etapa feliz, en un principio está casi desprovista de sentimientos. Empezamos a sentir paz y ya no sentimos tanta necesidad de hablar de nuestro dolor. La vida se va imponiendo. Ayuda el buscar una actividad gratificante que nos permita ocupar nuestro tiempo.
Pasados unos tres o cuatro meses, si nuestro estado de ánimo persiste y nos sentimos incapaces de seguir con nuestras actividades y enfrentar la vida, conviene buscar ayuda psicológica.
Es importante recordar que existen motivos para estar alegres, no vaya a ser que a fuerza de sentirnos amargados, vayamos aprendiendo la técnica y la practiquemos cada vez más, convirtiéndonos en unos “expertos amargados”, ya que como todas las técnicas, ésta también se aprende y se va instalando en nosotros hasta hacerse crónica.
Tendemos a centrarnos en las personas que faltan y sentirnos desdichados pero en medio del dolor que nos producen los recuerdos del pasado, olvidamos disfrutar los momentos presentes con los seres que tenemos al lado. Puestos a pensar, seguro que no tardamos en darnos cuenta de que existen numerosas razones para agradecer. También ésta es una técnica que podemos aprender, y generar así emociones más saludables y positivas.
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jueves, 25 de agosto de 2016
El Éxito
Normalmente el ser humano tiende a ver
el éxito en los demás y compararlo con el éxito propio, este ejercicio puede
resultar frustrante cuando se advierte que los otros están llenos de logros que
no se ven en el propio acontecer, así, es fácil caer en pensamientos tales
como: “Mi hermano es exitoso porque tiene un trabajo que Yo no tengo”, “Mi
amigo consiguió la pareja que Yo hubiese querido” o simplemente, “Ese hombre
tiene tanto dinero y debe ser muy feliz” etc.….. y un largo etcétera.
Este análisis puede ser común a la
mayoría de las personas que se lo plantean, pero carece de lo más obvio y que
es “La perspectiva”, porque quizás muchos de los supuestos “exitosos” pueden
tener la misma percepción respecto de sus carencias y considerar exitoso a
quien no se siente así. Entonces podemos aventurarnos a decir que: “El Éxito
tiene que ver, en cómo te ven los otros, más que por una mirada interna y
nos hace falta la perspectiva del observador “
Para dar una pista de solución a este
dilema, podemos ayudarnos de la siguiente manera:
1.-Rescatar cada pequeño éxito que
tengamos….. en cualquier área. (Aunque sean éxitos que no lo parezcan,
como por ej…Soy bueno (a) jardineando, sacando puzles, cocinando, analizando
películas, hablando idiomas, etc.)
2.-Luego extrapolar esos éxitos a toda
nuestra experiencia vital y darle una utilidad.
3.-Sentir cada pequeño éxito como algo
único y propio y desde allí volver al ejercicio del principio.
La pregunta ahora es: esa persona será
tan buena como Yo en esta actividad? O en estas actividades?
Quizás la respuesta no la sepamos nunca, pero ya hemos logrado construir
una mirada interna respecto de los logros, capacidades y aptitudes que tenemos,
lo cual nos lleva indefectiblemente a posicionarnos desde esa perspectiva inicial
y nos daremos cuenta de que, sí podemos estar en la mente de los
demás como personas exitosas.Germán Astudillo Del Villar
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jueves, 18 de agosto de 2016
Consejos para responder a los hijos cuando exigen más tiempo a sus padres
Yo creo que siempre es insuficiente el tiempo que
tienes parta dedicarles a tus hijos y ellos en el momento menos pensado, te
reclaman esa ausencia, dice Francisco de 37 años, padre de dos niños de 6
y 8 años . Mi hija menor tiene claro el cuento de mi trabajo y los turnos. Pero
la semana pasada me llamo y me dijo: Papá, casi no te veo en la casa, siento
que tengo solo mamá. Me sentí muy mal, confiesa.
La demanda de más tiempo de los niños a sus
padres es cada día mayor, porque las jornadas laborales son más extensas para
ambos padres. Como resultado el contacto con los niños se ha visto disminuido,
lo que plantea la necesidad de una nueva modalidad de relación familiar que
requiere de ajustes importantes, dice María Amelia Barrera, psicóloga
infanto-juvenil.
Queja emocional
Es una queja emocional de los niños, asegura Paz
María Lagos, psicóloga infanto-juvenil, es frecuente en consulta y además suele
ser la base de muchos problemas conductuales que presentan los menores ¿pero
cómo responder a esa demanda de tiempo? Una forma de enfrentarlo es tomar
conciencia de que esa queja infantil es importante.
En el momento es bueno decirle a los hijos cuán
importantes son a pesar de que llegan tarde después del trabajo y preguntarles
que necesitan y como pueden mejorar. De acuerdo a las posibilidades de cada
uno, disponer de más tiempo para ellos y mejorar la relación con los hijos
priorizando la comunicación.
Es esencial, concuerdan las especialistas que los
padres aprendan a relacionarse con sus hijos de manera afectiva y no efectiva.
Los papás, comenta Lagos, usan como expresión del afecto la preocupación del
bienestar físico, material e intelectual de sus hijos y dejan de lado la vinculación
afectiva directa, el espacio de comunicación familiar, del contacto personal,
las caricias, el silencio compartido, los ritos.
Comunicación afectiva
Mas que la falta de tiempo, lo que ocasiona
problemas a los niños es no poder contar con los padres, asegura María Amelia
Barrera. Es decir, despertar y no estar con ellos, acostarse antes de que los
adultos lleguen, tener escaso contacto telefónico y cuando están presentes,
mantener la comunicación en los límites de los deberes familiares.
Por eso para mejorar la calidad de la relación,
se sugiere simplemente planificar; idear actividades que realmente impliquen
pasar tiempo con los niños, como participar en cursos juntos, practicar un
mismo deporte, hacer caminatas, juegos al aire libre, armar juguetes y pintar
en familia, entre otras cosas. La clave es generar un punto de encuentro mutuo.
Pero también cuando se está en casa se pueden
compartir las tareas domesticas con los niños, como cocinar, hacer el aseo,
cortar el pasto, junto con las responsabilidades académicas de los hijos.
Realizar estas pequeñas modificaciones en los hábitos familiares es útil porque
los hijos sienten la presencia de los padres, aunque efectivamente continúen
trabajando gran parte del día.
Hábitos familiares
Las sugerencias son muy simples; por ejemplo,
acostar a los hijos por lo menos dos o tres veces por semana (turnándose los
padres) mirarlos a los ojos cada vez que ellos les hablen a los adultos,
almorzar juntos al menos una vez a la semana y compartir los desayunos. Además,
hay que generar instancias de relaciones, conversar sobre cómo les fue en el
colegio y contarles también como estuvo el trabajo de sus padres.
Es importante que el tiempo dedicado a los
hijos sea de mejor calidad. Eso implica tratar de reírse más y hacerlo juntos,
contar chiste, jugar, jugar a las cosquillas , resolver puzzles juntos, leer,
ver una buena película y comentarla , caminar o correr con los niños, llamarlos
mas seguido por teléfono, escribirle mails, whatsapp durante el día.
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jueves, 30 de junio de 2016
La temida “crisis de los 40”
Son las
mujeres las que parecen sufrir más cuando llegan a su cuarta década de vida.
Esto se debe a que atraviesan una etapa biológica en la que no son ni jóvenes
ni viejas. Así, ¿Cómo superar esta crisis o impedir, sencillamente, que
aparezca?
Puede que
tengas temor de hacerte mayor o de dejar de ser joven. O ambas al mismo tiempo.
Lo cierto es que la denominada “crisis de los 40”
es sufrida por la gran mayoría de las mujeres y muchos hombres también. En
el caso femenino, se suma el hecho de empezar a atravesar la menopausia y los
síntomas que conlleva, tanto físicos como psicológicos.
La “crisis de
la mediana edad” no aparece justo el día en que la persona sopla las 40 velas,
sino que puede desarrollarse un poco antes o algo después. Es tiempo de empezar
a analizar qué
es lo que se ha hecho hasta ahora y los asuntos pendientes que nos
quedan por resolver. Sin duda, en algunos casos la idea del retiro y la
jubilación ya ronda por la cabeza (aunque todavía falten dos décadas más para
ello en la mayoría de países occidentales).
Características
de la “crisis de los 40”
Los expertos
indican que existen dos tipos de crisis relacionadas a la edad. Una de ellas es
la evolutiva, que tiene que ver con los años que tenemos y nuestros cambios
biológicos. La otra es circunstancial, motivada por los cambios en el entorno
pero que también nos afecta en lo personal. La crisis de los 40 años está
incluida en el primer grupo.
Los síntomas
de llegar a las 4 décadas pueden estar acompañados por un cuadro de depresión y
ansiedad,
especialmente debido a las presiones sociales y familiares al cumplir cierta
edad. Por ejemplo, si esa persona aún no se ha casado o tenido hijos, no ha
conseguido un buen empleo o no ha comprado su casa, los estudios dicen que
tiene una mayor probabilidad de sentirse triste que alguien que haya cumplido
con esas pautas culturales.
Los motivos de
la crisis de mediana edad son diversos, pero los más frecuentes son: inseguridad,
responsabilidad excesiva, rutina desde hace mucho tiempo, parejas conflictivas,
darse cuenta de los errores cometidos, aburrimiento, falta de objetivos claros,
etc.
Una nueva perspectiva
Sin duda, uno
de los signos más importantes de la crisis de los 40 es esa necesidad de volver
a ser “jóvenes”, es decir, de tener nuevamente 20 años (o menos). Esto conlleva
a la búsqueda de nuevas experiencias, a hacer cosas que antes no se habían
animado o podido por diversas razones, vestirse como un adolescente, frecuentar
bares o discotecas, etc.
Esta nueva
actitud ante la vida puede convertirse en un nuevo despertar maravilloso, en
una motivación que nos saque de nuestra
rutina y enriquezca nuestras vidas. Pero, también puede provocar una
gran nostalgia que nos paralice y haga que empecemos a dormir profundamente
sobre aquello que fue, olvidándonos de que tenemos todavía un montón de cosas
por hacer.
El cambio
positivo que puede emanar de esta crisis procede en gran parte de la aceptación
de que ha pasado el tiempo, sin sentimientos de rabia o impotencia. También,
procede de no abandonar al presente y al futuro por prestarle pleitesía la
pasado. Finalmente, podemos decir que una buena reflexión y un buen rediseño
de nuestra vida, que es en realidad lo que nos está pidiendo el cuerpo,
harán que sigamos adelante con la sabiduría de ahora y la inquietud joven de
antaño.
Dicho lo cual,
en puntos concretos, qué podemos hacer frente a esta “crisis”:
Mantener la
actitud positiva: No importa que todos te hagan notar que ya estás más
“grandecito”, es bueno saber que la edad trae experiencia, anécdotas y
conocimientos. Aún tienes muchos años por delante, no vale la pena que te
los pases sufriendo.
Disfrutar: La
experiencia de haber crecido y pasado por muchos problemas te hace aún más
interesante y preparado para lo que continua. Tendrás un mayor auto-control,
sabrás las consecuencias de tus actos y no serás para nada un improvisado.
Recuerda también que el mejor momento es el aquí y el ahora. No asocies la
juventud con la felicidad. En cada etapa de la vida se puede estar alegre y
pleno.
Reflexionar: Podría
decirse que estás en la mitad de la vida. Es un buen momento para pensar en lo
que ya has hecho y también en el futuro, porque aún queda tanto por realizar. Cualquier
cambio que desees a partir de ahora, tendrá que ser evaluado y analizado
detalladamente.
viernes, 24 de junio de 2016
Cómo enfrentar los temores infantiles más comunes
Hablar de fantasmas, de muerte o de
abandono puede sonar a ingredientes clásicos del mejor cuento de terror. Pero
en el caso de los niños, estos temas dejan de ser un simple relato y suelen ser
motivo de verdaderas angustias. El miedo es innato en la naturaleza humana. No
se puede optar, es inevitable y tiene una función adaptativa, en la medida que
permite a los individuos tomar algunas precauciones ante una realidad
peligrosa, explica la psicóloga infanto juvenil del Instituto Neuropsiquiátrico
de Chile (INC), Oriana Valverde.
Pero en el caso de los niños el temor
presenta un rostro diferente. Debido a que los menores comienzan a conocer el mundo,
la mayoría de las cosas que los rodean les son desconocidas y, por ese motivo,
estímulos externos como una sombra repentina en la noche o el ruido del viento
azotando un árbol le hacen sentir temor.
Los miedos cambian según la fase del
desarrollo del niño y, aunque estas etapas no siempre coinciden exactamente con
los años del menor, en general se repiten algunos temores según la edad:
Dos años: Lo desconocido
Al empezar a caminar y a explorar solos,
aparecen temores a lo desconocido, pues los niños comienzan a tomar conciencia
de lo que los rodea. En esta etapa, aquel vecino desconocido, el sonido de
pasos o algún objeto específico como un juguete les produce inquietud.
En ese sentido, el miedo adopta una actitud
de tipo defensivo, se esconden detrás de la mamá, comenta Oriana Valverde. Para
evitar estas angustias, la especialista recomienda agacharse para estar a la
misma altura del niño y ser una figura más próxima.
Tres años: Terrores nocturnos
Es común que en esta etapa los niños
despierten llorando en las noche, pues los menores de seis años difícilmente
distinguen entre fantasía y realidad, explica Hernán Montenegro, profesor de
Psiquiatría infanto-juvenil en la U. de Santiago (USACH). Por esto, despiertan
y no saben si lo que soñaron era verdad o no.
Además, ver películas o series de terror
muy violentas tiene consecuencias, porque cualquier ruido puede ser relacionado
con aquel monstruo o escena que vieron en la televisión. Oriana Valverde agrega
que es importante usar cuentos adecuados. Por ejemplo, La caperucita Roja,
donde el lobo se la come, es muy amenazante. Lo mismo pasa con Hansel y Gretel,
en que la bruja los echa a una olla. En ese sentido es bueno usar fábulas,
donde no hay cosas voraces y, además, dejan una enseñanza.
Cuatro a cinco años: Oscuridad
Los miedos son más específicos, como la
oscuridad, los perros o quedar atrapado en un ascensor. También a esta edad el
miedo es más aprendido, porque es una de las emociones más contagiosas. Si los
papás no logran catalizarla, se las transmiten, afirma la Psicóloga del INC.
En ese sentido es importante reflejar
confianza y, si el menor tiene pesadillas, acompañarlo a su cama y explicarle
que lo que creyó ver sólo era un sueño y no una realidad. Además, como aún no
dominan esta distinción entre fantasía y realidad, las soluciones pueden ser
tan mágicas como el mismo temor. Por ejemplo, si le da susto un monstruo un oso
de peluche más grande los puede hacer sentir más seguros.
Más de seis años
La entrada al colegio coincide con la
aparición de nuevos temores. A esta edad se estructura un pensamiento más
lógico y a buscar explicaciones. Según el doctor Montenegro, acá surge el temor
a la muerte: empiezan a ver que las personas o sus mascotas se pueden morir, pero él aún no se incluye entre las personas
que pueden hacerlo. A partir de esta edad empiezan a comprender que es
irreversible.
Enfrentar esto depende de la fe que cada
padre les transmite a sus hijos, pero de todos modos si preguntan si van a
morir hay que darles una respuesta afirmativa. Si han tenido un duelo con una
mascota, hay que aclararles que ya no está entre nosotros, pero su espíritu si
y que, aunque da pena, es parte del proceso de la vida, concluye Oriana
Valverde
viernes, 10 de junio de 2016
Los trastornos que sufren los niños perfeccionistas
Probablemente más de alguno tuvo como compañero de curso a un niño perfeccionista en el colegio. Aquel chico que era considerado el mas aplicado, que sacaba las mejores notas y que parecía hacerlo todo bien. Amados por los profesores y exigidos por sus padres, estos niños suelen enfrentar gran presión y las burlas por parte de sus propios compañeros que los catalogan como ¨mateos´´.
Isabel Salinas, profesora de Educación
Básica, cuenta que es ´´frecuente verlos llorar o amurrarse cuando no obtienen
nota 7, aunque nunca bajan del 6,5. A veces suelen ser los padres quienes los
presionan. Cuando una les pregunta, los niños cuentan que los papás los castigan
si no cumplen sus expectativas´´.
Inseguros y rechazados
Para los psicólogos, El problema surge cuando- en lugar de canalizar positivamente sus
buenos resultados académicos -, los niños terminan volviéndose tan competitivos
que les resulta imposible enfrentar la idea del fracaso. ´´ Tratan de
protegerse de las criticas y temen que se les deje de querer si fallan. Terminan
siendo niños muy inseguros´´, asegura Virginia Smith, de la Asociación de
Psicólogos en Educación de E.E.U.U.
En chile, la psicóloga y académica de la U.
del Desarrollo, Gloria Chanes, explica que la inseguridad surge como patrón en
estos niños, ´´porque basan todo su éxito en el rendimiento académico y en el
hecho de sentirse validados, especialmente por sus padres. Creen que sólo así
pueden tener el control sobre sí mismos y sobre su entorno´´.
La directora de la Escuela de Psicología de
la Universidad del Desarrollo en Santiago, María Paz Soublette, explica que en
estos casos lo más difícil es darse cuenta que existe un problema. En general
el niño ´´mateo ‘no da problema. Se le sigue estimulando en la competencia y lo
más probable es que a los 16 años termine convirtiéndose en el antipático del
curso´´, dice.
Efectos nocivos
El resultado para estos niños termina siendo,
en muchos casos, la marginación y la dificultad para disfrutar el juego con sus
pares. También existen trastornos emocionales que, según los expertos, pueden
empezar a manifestarse en la adolescencia
´´son niños muy ansiosos, que en su edad
adulta pueden caer en estados depresivos. En casos más extremos surgen
problemas como la anorexia incluso ideas o intentos de suicidio, porque sienten
que son incapaces de cumplir con las expectativas´´, dice Gloria Chanes.
Este tipo de situación se genera
especialmente cuando el niño perfeccionista tiene limitaciones para el estudio
´´y no de tipo cognitivo, sino emocional; estrés en el hogar, abuso psicológico
o un clima de hostilidad permanente y una fuerte presión por obtener
resultados´´, recalca Chanes.
IPS clinica
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lunes, 30 de mayo de 2016
¿Qué hacer con un hijo en su adolescencia?
Todos los padres han sido adolescentes, pero cuando
les llega el turno a ellos de lidiar con uno, la sola mención de la
palabra les genera angustia. Y no les falta cierta razón. Además de los
tradicionales riesgos que trae consigo dicha etapa de la vida, como no
medir las consecuencias, abusar del alcohol, andar con malas amistades,
ahora hay problemáticas nuevas para las cuales no están preparados.
Entre ellas se encuentran las drogas sintéticas, la obsesión con la
belleza –con los problemas alimenticios y de autoestima que genera–, el
matoneo, el uso excesivo de tecnología y la pornografía.
Los papás no cuentan con las herramientas adecuadas para enfrentarlos porque los viejos esquemas resultan inútiles frente a esos nuevos desafíos. Ante esto, la inseguridad, el temor y la angustia se apoderan de ellos y esto promueve los conflictos y las peleas. Entonces, el pronóstico que tenían de lo que iba a ser la adolescencia se cumple.
La adolescencia, es
una etapa de transición de la infancia a la adultez, un periodo en el
cual el joven busca su identidad y por definición esto trae consigo
cambios físicos y psicológicos que no son fáciles. Lo malo es que a
muchos padres esta etapa de sus hijos los coge fuera de base. No solo
sufren un duelo interno porque su pequeño creció sin saber a qué horas,
sino que muchas veces coincide con la crisis de la edad mediana de
ellos.
Las parejas cada vez tienen sus hijos más tarde y para cuando estos cumplen 15 años, sus padres son cincuentones con demandas sociales y presiones laborales, tensiones en el matrimonio y cierta inestabilidad emocional. “Además, el mandato social dado por las tendencias de la crianza de hoy es que los papás están a cargo de la felicidad integral de sus hijos y deben procurar que sean perfectos en todos los campos” Durante la adolescencia, ese mandato es una camisa de fuerza que genera más confrontaciones y crisis.
Las parejas cada vez tienen sus hijos más tarde y para cuando estos cumplen 15 años, sus padres son cincuentones con demandas sociales y presiones laborales, tensiones en el matrimonio y cierta inestabilidad emocional. “Además, el mandato social dado por las tendencias de la crianza de hoy es que los papás están a cargo de la felicidad integral de sus hijos y deben procurar que sean perfectos en todos los campos” Durante la adolescencia, ese mandato es una camisa de fuerza que genera más confrontaciones y crisis.
En estos nueve puntosestán las actitudes que hay que
corregir para que el joven no rompa la calma del hogar.
1. Visión fatalista: Los padres creen que la adolescencia es un problema y se preparan para afrontarla con pesimismo, desconfianza e inseguridad. Y si bien es cierto que esta puede ser inquietante, si se asume como una etapa llena de sufrimientos y dificultades puede llegar a ser más difícil de lo que en realidad es. El antídoto: No predisponerse y cambiar de enfoque, pues no todo es difícil en estos años. Así como es una etapa de rebeldía también lo es de posibilidades.
2. Pretender ser su amigo: Algunos padres se intimidan con la rebeldía de sus hijos. Para evitar el conflicto optan por ser comprensivos y creen que si son amigos de sus hijos minimizarán la confrontación. El antídoto: En esta etapa los hijos necesitan que sus padres asuman su papel para que los guíen y les pongan límites pues, aunque no parezca, los mayores tienen una gran influencia en ellos. Aún más, necesitan saber que ellos son una especie de puerto seguro. La clave es la manera como se transmite el mensaje y para ello lo mejor es hacerlo con firmeza y de manera oportuna.
3. Expectativas poco realistas: Los papás esperan todo de sus hijos, que sean tranquilos, exitosos, hábiles socialmente, competitivos y disciplinados. Esa misión desgasta porque no es realista. El antídoto: Darle un poco de autonomía al hijo para que viva solo ciertos procesos y confiar en que la educación que se le ha dado hasta el momento le ayudará a tomar las mejores decisiones.
4. Abandono involuntario: Algunos padres le ponen toda la energía de la crianza a la etapa de 0 a 12 años y cuando empieza la adolescencia dejan de hacerlo, ya sea porque están agotados o porque los jóvenes ya parecen adultos que se pueden defender en el mundo. En ocasiones creen que darles libertad es una forma de mostrarles respeto. En todos estos casos, la lectura que hacen ellos es que sus padres los abandonaron. El antídoto: No se puede abandonar el barco porque el joven aún no está listo para ser capitán. Hay que dedicarle tiempo y, sobre todo, estar ahí para cuando él lo necesite.
5. Tirar la toalla: ‘Lo he intentado todo y nada funciona’, ‘Este chino cada vez está peor’ y ‘No sé qué voy a hacer con ese muchacho’, son frases que se les escuchan decir a muchos padres de adolescentes. Esto sucede porque a veces el joven es desafiante, agresivo y rebelde, y ante esto los padres terminan dándose por vencidos. El antídoto: La parálisis es la peor opción. En estas circunstancias ayuda tener redes de apoyo, buscar información para entender que otros padres están experimentando la misma situación.
6. Mala relación con la tecnología: El error de los padres consiste en vivir desconectados de los nuevos medios. Esto los lleva a tomar decisiones extremas, desde prohibir todos los aparatos, hasta darles total libertad. El antídoto: Hay que aprender a usar los gadgets en la vida cotidiana y volver a la tecnología una aliada, no una enemiga. Esto ayuda a hacer una supervisión respetuosa y evitar el estrés de la familia.
7. Una comunicación lejana y agresiva: Insultarlos y humillarlos genera más rebeldía y sensación de soledad, así como falta de pertenencia en una etapa en la que el adolescente necesita precisamente eso, pertenecer. El antídoto: No regañarlos por su forma de ser y menos en público, no compararlos con otros y no reprenderlos constantemente. Los padres deben prestar atención a los sentimientos, necesidades y expectativas de los jóvenes y no a las manifestaciones de rebeldía como la ropa, la música o los aretes, que no son asuntos de gravedad porque ceden con la madurez.
8. Casar batallas con frecuencia: Algunos padres creen que educar es no dejar pasar nada y siempre imponer su posición. El antídoto: Hay que hacer economía psicológica y esto significa elegir con inteligencia qué batallas dar. Tampoco es conveniente tomarse las cosas a título personal, pues el adolescente no es rebelde por molestar a los padres sino porque dicha actitud hace parte de la búsqueda de su identidad. Es importante expresar las inquietudes frente a su comportamiento, pero no es conveniente quedarse en la crítica.
9. La desconfianza básica: Pensar que el joven está al borde del abismo –es decir, del alcoholismo, las drogas, el fracaso académico o las enfermedades de transmisión sexual– genera estrés y pone una distancia. El antídoto: Hay que confiar en la naturaleza del joven y pensar en que los buenos hábitos transmitidos hasta el momento lo guiarán. El pelo desordenado, la ropa descuidada y la música estridente no son indicios de que anda en malos pasos. También es importante que se sientan capaces, que tomen decisiones, fracasen y asuman las consecuencias.
1. Visión fatalista: Los padres creen que la adolescencia es un problema y se preparan para afrontarla con pesimismo, desconfianza e inseguridad. Y si bien es cierto que esta puede ser inquietante, si se asume como una etapa llena de sufrimientos y dificultades puede llegar a ser más difícil de lo que en realidad es. El antídoto: No predisponerse y cambiar de enfoque, pues no todo es difícil en estos años. Así como es una etapa de rebeldía también lo es de posibilidades.
2. Pretender ser su amigo: Algunos padres se intimidan con la rebeldía de sus hijos. Para evitar el conflicto optan por ser comprensivos y creen que si son amigos de sus hijos minimizarán la confrontación. El antídoto: En esta etapa los hijos necesitan que sus padres asuman su papel para que los guíen y les pongan límites pues, aunque no parezca, los mayores tienen una gran influencia en ellos. Aún más, necesitan saber que ellos son una especie de puerto seguro. La clave es la manera como se transmite el mensaje y para ello lo mejor es hacerlo con firmeza y de manera oportuna.
3. Expectativas poco realistas: Los papás esperan todo de sus hijos, que sean tranquilos, exitosos, hábiles socialmente, competitivos y disciplinados. Esa misión desgasta porque no es realista. El antídoto: Darle un poco de autonomía al hijo para que viva solo ciertos procesos y confiar en que la educación que se le ha dado hasta el momento le ayudará a tomar las mejores decisiones.
4. Abandono involuntario: Algunos padres le ponen toda la energía de la crianza a la etapa de 0 a 12 años y cuando empieza la adolescencia dejan de hacerlo, ya sea porque están agotados o porque los jóvenes ya parecen adultos que se pueden defender en el mundo. En ocasiones creen que darles libertad es una forma de mostrarles respeto. En todos estos casos, la lectura que hacen ellos es que sus padres los abandonaron. El antídoto: No se puede abandonar el barco porque el joven aún no está listo para ser capitán. Hay que dedicarle tiempo y, sobre todo, estar ahí para cuando él lo necesite.
5. Tirar la toalla: ‘Lo he intentado todo y nada funciona’, ‘Este chino cada vez está peor’ y ‘No sé qué voy a hacer con ese muchacho’, son frases que se les escuchan decir a muchos padres de adolescentes. Esto sucede porque a veces el joven es desafiante, agresivo y rebelde, y ante esto los padres terminan dándose por vencidos. El antídoto: La parálisis es la peor opción. En estas circunstancias ayuda tener redes de apoyo, buscar información para entender que otros padres están experimentando la misma situación.
6. Mala relación con la tecnología: El error de los padres consiste en vivir desconectados de los nuevos medios. Esto los lleva a tomar decisiones extremas, desde prohibir todos los aparatos, hasta darles total libertad. El antídoto: Hay que aprender a usar los gadgets en la vida cotidiana y volver a la tecnología una aliada, no una enemiga. Esto ayuda a hacer una supervisión respetuosa y evitar el estrés de la familia.
7. Una comunicación lejana y agresiva: Insultarlos y humillarlos genera más rebeldía y sensación de soledad, así como falta de pertenencia en una etapa en la que el adolescente necesita precisamente eso, pertenecer. El antídoto: No regañarlos por su forma de ser y menos en público, no compararlos con otros y no reprenderlos constantemente. Los padres deben prestar atención a los sentimientos, necesidades y expectativas de los jóvenes y no a las manifestaciones de rebeldía como la ropa, la música o los aretes, que no son asuntos de gravedad porque ceden con la madurez.
8. Casar batallas con frecuencia: Algunos padres creen que educar es no dejar pasar nada y siempre imponer su posición. El antídoto: Hay que hacer economía psicológica y esto significa elegir con inteligencia qué batallas dar. Tampoco es conveniente tomarse las cosas a título personal, pues el adolescente no es rebelde por molestar a los padres sino porque dicha actitud hace parte de la búsqueda de su identidad. Es importante expresar las inquietudes frente a su comportamiento, pero no es conveniente quedarse en la crítica.
9. La desconfianza básica: Pensar que el joven está al borde del abismo –es decir, del alcoholismo, las drogas, el fracaso académico o las enfermedades de transmisión sexual– genera estrés y pone una distancia. El antídoto: Hay que confiar en la naturaleza del joven y pensar en que los buenos hábitos transmitidos hasta el momento lo guiarán. El pelo desordenado, la ropa descuidada y la música estridente no son indicios de que anda en malos pasos. También es importante que se sientan capaces, que tomen decisiones, fracasen y asuman las consecuencias.
miércoles, 11 de mayo de 2016
El Síndrome de Alienación Parental (SAP): una forma de maltrato infantil
El Síndrome de Alienación Parental o SAP es un conjunto de síntomas, que se produce en los hijos, cuando un progenitor, mediante distintas estrategias, transforma la conciencia de los niños con objeto de impedir, obstaculizar o destruir sus vínculos con el otro progenitor.
Este
proceso se reconoce como una dinámica en algunas familias divorciadas.
El SAP puede ocurrir cuando el hijo es influenciado por un progenitor
(progenitor A) para rechazar al otro progenitor (progenitor B). Por ejemplo, el
progenitor A puede decirle al hijo que el progenitor B no quiere visitarle,
cuando, en realidad, el progenitor B está trabajando.
En
muchas ocasiones, este tipo de influencia negativa, utilizada de manera
repetida, provoca que el hijo rechace al otro progenitor.
Es necesario reflexionar sobre el Síndrome de Alienación Parental y el peligro
real de los padres que utilizan este tipo de conductas para hacer daño a su
ex-pareja, pues el niño es el que realmente sufre las consecuencias
negativas de esta situación. Pero también hay que tratar este tema con
cuidado, ya que algunos padres, para su defensa legal, pueden acusar al otro
miembro de la ex-pareja por utilizar SAP en su contra aunque no sea cierto.
Señales
del Síndrome de Alienación Parental
¿Cómo
actúan los padres alienadores? Estos son los comportamientos característicos de
los padres que llevan a cabo el SAP:
- Menospreciar, insultar o desvalorizar al otro progenitor delante del niño, mencionando temas de la pareja que no tienen que ver con el vínculo parental.
- Contarle a un hijo los detalles del divorcio cuando el ex-cónyuge no está presente, pero como si este último fuese el culpable. El progenitor lo que busca es que el niño piense que el otro progenitor es la víctima y que, de esta manera, no empatice con él.
- No permitir el derecho de convivencia del hijo con el otro progenitor.
- Influir en los niños con mentiras sobre el otro llegando a asustarlos.
- Incluir al entorno familiar y a los amigos en los ataques al otro progenitor.
- Subestimar o ridiculizar los sentimientos de los niños hacia el otro progenitor.
- Gratificar y reforzar los comportamientos despectivos y de rechazo por parte del niño hacia el otro progenitor.
Causas
del Síndrome de Alienación Parental
¿Por
qué un padre puede querer dañar la relación de su hijo con el otro
progenitor? Las causas pueden diferir de un padre a otro, puesto que cada caso
suele ser distinto. Estas son algunas de ellas:
- Enfado acumulado durante la relación por no haber tratado los problemas de la manera correcta. La falta de control de la ira puede provocar, en estos casos, que los progenitores no sean capaces de separar los problemas de la relación de sus funciones parentales.
- Problemas de autoestima. Lo que provoca dependencia emocional hacia el otro progenitor.
- Falta de habilidades sociales y dificultades en la expresión y comprensión de las emociones. Pueden ser incapaces de sentir empatía hacia el niño y hacia el ex-cónyuge.
- Trastornos de personalidad. Por ejemplo: narcicismo o Trastorno Límite de Personalidad.
Prevenir
el SAP es la mejor terapia
La
mejora manera de tratarlo es prevenirlo. Ya que, una vez que ocurre, es
necesario atacarlo desde diferentes frentes. Que un niño sufra por la
irresponsabilidad de los padres es tremendamente injusto. Por eso, la
actitud de los progenitores en torno a su ruptura es crucial para el bienestar
de su hijo.
Puesto
que el SAP es una forma de maltrato infantil, una vez que ha ocurrido y es
diagnosticado, puede tener consecuencias legales. Por ejemplo, el cambio de
custodia para que el niño vuelva a establecer vínculos con el progenitor que ha
sido víctima de la alienación parental. A veces puede ocurrir que el niño se
niegue, y es por eso que el tema debe ser tratado con mucho cuidado. La terapia
se hace necesaria para revertir la situación y, en muchas ocasiones, es el
propio juez el que puede intervenir.
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