Hablar de fantasmas, de muerte o de
abandono puede sonar a ingredientes clásicos del mejor cuento de terror. Pero
en el caso de los niños, estos temas dejan de ser un simple relato y suelen ser
motivo de verdaderas angustias. El miedo es innato en la naturaleza humana. No
se puede optar, es inevitable y tiene una función adaptativa, en la medida que
permite a los individuos tomar algunas precauciones ante una realidad
peligrosa, explica la psicóloga infanto juvenil del Instituto Neuropsiquiátrico
de Chile (INC), Oriana Valverde.
Pero en el caso de los niños el temor
presenta un rostro diferente. Debido a que los menores comienzan a conocer el mundo,
la mayoría de las cosas que los rodean les son desconocidas y, por ese motivo,
estímulos externos como una sombra repentina en la noche o el ruido del viento
azotando un árbol le hacen sentir temor.
Los miedos cambian según la fase del
desarrollo del niño y, aunque estas etapas no siempre coinciden exactamente con
los años del menor, en general se repiten algunos temores según la edad:
Dos años: Lo desconocido
Al empezar a caminar y a explorar solos,
aparecen temores a lo desconocido, pues los niños comienzan a tomar conciencia
de lo que los rodea. En esta etapa, aquel vecino desconocido, el sonido de
pasos o algún objeto específico como un juguete les produce inquietud.
En ese sentido, el miedo adopta una actitud
de tipo defensivo, se esconden detrás de la mamá, comenta Oriana Valverde. Para
evitar estas angustias, la especialista recomienda agacharse para estar a la
misma altura del niño y ser una figura más próxima.
Tres años: Terrores nocturnos
Es común que en esta etapa los niños
despierten llorando en las noche, pues los menores de seis años difícilmente
distinguen entre fantasía y realidad, explica Hernán Montenegro, profesor de
Psiquiatría infanto-juvenil en la U. de Santiago (USACH). Por esto, despiertan
y no saben si lo que soñaron era verdad o no.
Además, ver películas o series de terror
muy violentas tiene consecuencias, porque cualquier ruido puede ser relacionado
con aquel monstruo o escena que vieron en la televisión. Oriana Valverde agrega
que es importante usar cuentos adecuados. Por ejemplo, La caperucita Roja,
donde el lobo se la come, es muy amenazante. Lo mismo pasa con Hansel y Gretel,
en que la bruja los echa a una olla. En ese sentido es bueno usar fábulas,
donde no hay cosas voraces y, además, dejan una enseñanza.
Cuatro a cinco años: Oscuridad
Los miedos son más específicos, como la
oscuridad, los perros o quedar atrapado en un ascensor. También a esta edad el
miedo es más aprendido, porque es una de las emociones más contagiosas. Si los
papás no logran catalizarla, se las transmiten, afirma la Psicóloga del INC.
En ese sentido es importante reflejar
confianza y, si el menor tiene pesadillas, acompañarlo a su cama y explicarle
que lo que creyó ver sólo era un sueño y no una realidad. Además, como aún no
dominan esta distinción entre fantasía y realidad, las soluciones pueden ser
tan mágicas como el mismo temor. Por ejemplo, si le da susto un monstruo un oso
de peluche más grande los puede hacer sentir más seguros.
Más de seis años
La entrada al colegio coincide con la
aparición de nuevos temores. A esta edad se estructura un pensamiento más
lógico y a buscar explicaciones. Según el doctor Montenegro, acá surge el temor
a la muerte: empiezan a ver que las personas o sus mascotas se pueden morir, pero él aún no se incluye entre las personas
que pueden hacerlo. A partir de esta edad empiezan a comprender que es
irreversible.
Enfrentar esto depende de la fe que cada
padre les transmite a sus hijos, pero de todos modos si preguntan si van a
morir hay que darles una respuesta afirmativa. Si han tenido un duelo con una
mascota, hay que aclararles que ya no está entre nosotros, pero su espíritu si
y que, aunque da pena, es parte del proceso de la vida, concluye Oriana
Valverde
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