Las relaciones sociales que implican una interacción entre
varias personas empiezan a partir de los dos años. Antes de esa edad,
conocen a otros niños de edades similares, juegan con ellos, pero
todavía no son capaces de darse cuenta de la influencia que pueden tener
sobre los otros y los otros sobre ellos.
Es aproximadamente en esa edad cuando podemos hablar de sus primeros
amigos y la importancia que éstos van desarrollando en sus vidas. A
partir de ese momento les va a empezar a afectar significativamente la opinión que tengan los otros sobre ellos,
que sean seleccionados para jugar con ellos, agradarles, pasarlo bien
juntos, van a comenzar a contarse sus primeras confidencias… Si les
observamos podemos ver conversaciones entre amigos como si fueran
pequeños adultos y, además, empiezan ya a tener la necesidad de pasar
tiempo junto a sus amigos.
Si tenemos en cuenta que el ser humano es un ser social por naturaleza,
este proceso, que surge de manera tan natural a estas edades tempranas,
debemos cuidarlo y fomentarlo para que aprendan a tener relaciones
sociales sanas. Esto significa que hay que dejarles que crezcan en este
sentido, que desarrollen sus propios recursos para solventar sus
problemas y conflictos, que inevitablemente surgirán.
Sus primeros conflictos
Inicialmente estos conflictos suelen ser pequeñas peleas
ocasionadas por temas que para ellos son muy importantes pero que
nosotros podemos considerar triviales (peleas en el juego, problemas al
quitarse juguetes…).
Ante estas primeras situaciones de conflicto el adulto suele tender a
interceder y dar solución. Con ello, estamos evitando que aprendan
relacionarse y a solucionar los problemas, por lo que debemos dejar que
sean ellos quienes los resuelvan. En el caso de que veamos que no siguen
el camino adecuado o que están bloqueados,
podemos ayudarles sugiriéndoles cómo pueden solucionar esos conflictos,
transmitiéndoles apoyo, sabiendo que lo van a hacer bien y haciéndoles
ver que vamos a estar ahí cuando nos necesiten, pero siendo ellos
quienes finalmente lo resuelvan. Con esto evitaremos muchos problemas
que puedan surgir con los padres de los otros niños.
Conforme van creciendo, estos conflictos empiezan a tener mayor
complejidad; ya no son pequeñas peleas ocasionadas por el juego o
aspectos materiales, sino que empiezan a entrar en juego los
sentimientos. Empiezan a desarrollar empatías entre ellos, ciertos
rechazos y surgen los primeros conflictos emocionales. Para ellos es muy
duro pensar que un niño no les acepta o que el amigo al que más admiran
no se ha acordado de ellos para una fiesta de cumpleaños. En estos
momentos es cuando empezamos a verles “sufrir” porque hay una carga
emocional importante y los padres, en estas situaciones, sufrimos
enormemente porque, aunque sabemos que es algo que se puede solucionar o
que en la vida van a tener situaciones más difíciles a las que
enfrentarse, les vemos realmente sufrir y cuesta aceptar ese
sufrimiento. A pesar de ello, tampoco en estas circunstancias debemos
interceder.
Siempre debemos escucharles, ofrecer un buen momento de
escucha para que nos puedan contar lo que les ha sucedido. Simplemente
el poder contarlo les va a dar mucha seguridad, y posteriormente,
podemos darles pautas, al igual que en la situación anterior, para que
lo puedan solventar.
No debemos sustituirles ni pensar que estos pequeños conflictos no
tienen importancia porque para ellos la tienen.
Lo más importante es,
desde pequeños, enseñarles a comunicarse y expresar lo que sienten,
ofrecerles nuestra atención y darles soluciones, guiarles para hacerles
fuertes en sus relaciones sociales y que estos primeros amigos puedan
ser los grandes amigos del mañana.