La sexualidad es un
proceso que se va desarrollando a lo largo de la vida, iniciándose de forma
temprana, y presentándose en determinados momentos con especial intensidad,
como es el caso de la adolescencia. Cuando llegamos a la pubertad,
presentamos importantes cambios biológicos que implican un elevado aumento del
deseo sexual, encontrándonos así ante una mayor excitación, mayor atracción y
elevada tendencia al enamoramiento. Durante la adolescencia, la manera de
sentir y expresar la sexualidad dependerá de varios factores, tales como la
personalidad, las experiencias vividas, y la actitud de la familia y de la
sociedad en la que se vive.
Durante el despertar
sexual, la actividad habitualmente desarrollada suele ser el juego sexual
(caricias, juegos eróticos, masturbación), tanto individual como compartido.
Una preocupación habitual del adolescente es saber cuándo está preparado para
realizar el acto sexual coital. La edad de inicio de las relaciones sexuales
coitales suele hallarse entre los 15 y los 18 años. Pero en realidad, no existe
una edad concreta en la que se considera correcto o ideal realizar por primera
vez el coito, sino más bien se trata de reunir una serie de condiciones: tener
la información adecuada, sentirse seguro, tener ganas, encontrar a una persona
con la que sentirse a gusto.
¿Cuáles son las
principales dificultades sexuales que nos encontramos en la adolescencia?
Una de las
dificultades más comunes es la aceptación del cambio físico, sobretodo teniendo
en cuenta que se da en diferente ritmo; en algunos adolescentes llega muy
temprano y en otros es muy tardío. Otra de las dificultades principales es
aceptar la propia orientación sexual, tanto heterosexual como homosexual, como
una orientación saludable. La adolescencia es el periodo vital en el que se
define la identidad sexual, e incluso puede ser frecuente que se experimente
con ambos sexos hasta asumir la orientación definitiva; es decir, tener
experiencias homosexuales durante la adolescencia no implica que sea una
elección irreversible.
Existen datos que
refieren que muchos adolescentes mantienen la primera relación sexual con
prácticas de riesgo (de embarazo, de contraer Sida u otras enfermedades de
transmisión sexual). Y muchos de ellos, mantienen las prácticas de riesgo también
posteriormente. Estas prácticas de riesgo suelen ser más frecuentes en la
primera adolescencia (hacia los 14 años), lo cual significa que debería ser en
esa edad en la que desde la escuela y la familia se hable abiertamente sobre
este problema y se facilite toda la información necesaria. De esta manera, se
podrían evitar muchos contagios y embarazos no deseados.
Para que el despertar
sexual se desarrolle de una manera sana, es muy importante el rol de los
padres. La educación sexual que se transmite desde la familia es distinta a la
de la escuela, ya que en la familia es constante y espontánea, y va acompañada
de afecto. Es normal que a los padres les aparezcan un aluvión de dudas ante la
idea de hablar de sexualidad de una manera premeditada con sus hijos: qué
decir, de qué manera, en qué momento. Lo ideal es preparar el terreno antes,
pensando respuestas sencillas y sinceras.
Cuanto más sana y
natural sea la sexualidad que se vive en la familia, más sano será el despertar
sexual de los hijos.
¿Un inicio sexual
traumático puede marcarnos para toda la vida? Entre las
experiencias sexuales que podríamos calificar como traumáticas, encontramos:
violaciones, abusos sexuales, un embarazo no deseado, ser sorprendido durante
el acto sexual, un inicio brusco, entre otras. Aunque la importancia de
cualquiera de los hechos mencionados es indiscutible, hoy en día se considera
poco probable que una única causa pueda decretar como fracasada la futura vida
sexual de la persona.
Independientemente de
ello, debemos tener en cuenta las particularidades de cada caso, y si es
conveniente, consultar con un psicoterapeuta especialista que evalúe la
situación y las posibilidades de beneficiarse de un abordaje psicológico.