jueves, 30 de junio de 2016

La temida “crisis de los 40”


Son las mujeres las que parecen sufrir más cuando llegan a su cuarta década de vida. Esto se debe a que atraviesan una etapa biológica en la que no son ni jóvenes ni viejas. Así, ¿Cómo superar esta crisis o impedir, sencillamente, que aparezca?

Puede que tengas temor de hacerte mayor o de dejar de ser joven. O ambas al mismo tiempo. Lo cierto es que la denominada “crisis de los 40” es sufrida por la gran mayoría de las mujeres y muchos hombres también. En el caso femenino, se suma el hecho de empezar a atravesar la menopausia y los síntomas que conlleva, tanto físicos como psicológicos.

La “crisis de la mediana edad” no aparece justo el día en que la persona sopla las 40 velas, sino que puede desarrollarse un poco antes o algo después. Es tiempo de empezar a analizar qué es lo que se ha hecho hasta ahora y los asuntos pendientes que nos quedan por resolver. Sin duda, en algunos casos la idea del retiro y la jubilación ya ronda por la cabeza (aunque todavía falten dos décadas más para ello en la mayoría de países occidentales).
Características de la “crisis de los 40”
Los expertos indican que existen dos tipos de crisis relacionadas a la edad. Una de ellas es la evolutiva, que tiene que ver con los años que tenemos y nuestros cambios biológicos. La otra es circunstancial, motivada por los cambios en el entorno pero que también nos afecta en lo personal. La crisis de los 40 años está incluida en el primer grupo.

Los síntomas de llegar a las 4 décadas pueden estar acompañados por un cuadro de depresión y ansiedad, especialmente debido a las presiones sociales y familiares al cumplir cierta edad. Por ejemplo, si esa persona aún no se ha casado o tenido hijos, no ha conseguido un buen empleo o no ha comprado su casa, los estudios dicen que tiene una mayor probabilidad de sentirse triste que alguien que haya cumplido con esas pautas culturales.

Los motivos de la crisis de mediana edad son diversos, pero los más frecuentes son: inseguridad, responsabilidad excesiva, rutina desde hace mucho tiempo, parejas conflictivas, darse cuenta de los errores cometidos, aburrimiento, falta de objetivos claros, etc.

Una nueva perspectiva
Sin duda, uno de los signos más importantes de la crisis de los 40 es esa necesidad de volver a ser “jóvenes”, es decir, de tener nuevamente 20 años (o menos). Esto conlleva a la búsqueda de nuevas experiencias, a hacer cosas que antes no se habían animado o podido por diversas razones, vestirse como un adolescente, frecuentar bares o discotecas, etc.
Esta nueva actitud ante la vida puede convertirse en un nuevo despertar maravilloso, en una motivación que nos saque de nuestra rutina y enriquezca nuestras vidas. Pero, también puede provocar una gran nostalgia que nos paralice y haga que empecemos a dormir profundamente sobre aquello que fue, olvidándonos de que tenemos todavía un montón de cosas por hacer.
El cambio positivo que puede emanar de esta crisis procede en gran parte de la aceptación de que ha pasado el tiempo, sin sentimientos de rabia o impotencia. También, procede de no abandonar al presente y al futuro por prestarle pleitesía la pasado. Finalmente, podemos decir que una buena reflexión y un buen rediseño de nuestra vida, que es en realidad lo que nos está pidiendo el cuerpo, harán que sigamos adelante con la sabiduría de ahora y la inquietud joven de antaño.

Dicho lo cual, en puntos concretos, qué podemos hacer frente a esta “crisis”:

Mantener la actitud positiva: No importa que todos te hagan notar que ya estás más “grandecito”, es bueno saber que la edad trae experiencia, anécdotas y conocimientos. Aún tienes muchos años por delante, no vale la pena que te los pases sufriendo.

Disfrutar: La experiencia de haber crecido y pasado por muchos problemas te hace aún más interesante y preparado para lo que continua. Tendrás un mayor auto-control, sabrás las consecuencias de tus actos y no serás para nada un improvisado. Recuerda también que el mejor momento es el aquí y el ahora. No asocies la juventud con la felicidad. En cada etapa de la vida se puede estar alegre y pleno.

Reflexionar: Podría decirse que estás en la mitad de la vida. Es un buen momento para pensar en lo que ya has hecho y también en el futuro, porque aún queda tanto por realizar. Cualquier cambio que desees a partir de ahora, tendrá que ser evaluado y analizado detalladamente.


viernes, 24 de junio de 2016

Cómo enfrentar los temores infantiles más comunes

  

Hablar de fantasmas, de muerte o de abandono puede sonar a ingredientes clásicos del mejor cuento de terror. Pero en el caso de los niños, estos temas dejan de ser un simple relato y suelen ser motivo de verdaderas angustias. El miedo es innato en la naturaleza humana. No se puede optar, es inevitable y tiene una función adaptativa, en la medida que permite a los individuos tomar algunas precauciones ante una realidad peligrosa, explica la psicóloga infanto juvenil del Instituto Neuropsiquiátrico de Chile (INC), Oriana Valverde.
Pero en el caso de los niños el temor presenta un rostro diferente. Debido a que los menores comienzan a conocer el mundo, la mayoría de las cosas que los rodean les son desconocidas y, por ese motivo, estímulos externos como una sombra repentina en la noche o el ruido del viento azotando un árbol le hacen sentir temor.
Los miedos cambian según la fase del desarrollo del niño y, aunque estas etapas no siempre coinciden exactamente con los años del menor, en general se repiten algunos temores según la edad:
Dos años: Lo desconocido
Al empezar a caminar y a explorar solos, aparecen temores a lo desconocido, pues los niños comienzan a tomar conciencia de lo que los rodea. En esta etapa, aquel vecino desconocido, el sonido de pasos o algún objeto específico como un juguete les produce inquietud.
En ese sentido, el miedo adopta una actitud de tipo defensivo, se esconden detrás de la mamá, comenta Oriana Valverde. Para evitar estas angustias, la especialista recomienda agacharse para estar a la misma altura del niño y ser una figura más próxima.
Tres años: Terrores nocturnos
Es común que en esta etapa los niños despierten llorando en las noche, pues los menores de seis años difícilmente distinguen entre fantasía y realidad, explica Hernán Montenegro, profesor de Psiquiatría infanto-juvenil en la U. de Santiago (USACH). Por esto, despiertan y no saben si lo que soñaron era verdad o no.
Además, ver películas o series de terror muy violentas tiene consecuencias, porque cualquier ruido puede ser relacionado con aquel monstruo o escena que vieron en la televisión. Oriana Valverde agrega que es importante usar cuentos adecuados. Por ejemplo, La caperucita Roja, donde el lobo se la come, es muy amenazante. Lo mismo pasa con Hansel y Gretel, en que la bruja los echa a una olla. En ese sentido es bueno usar fábulas, donde no hay cosas voraces y, además, dejan una enseñanza.
Cuatro a cinco años: Oscuridad
Los miedos son más específicos, como la oscuridad, los perros o quedar atrapado en un ascensor. También a esta edad el miedo es más aprendido, porque es una de las emociones más contagiosas. Si los papás no logran catalizarla, se las transmiten, afirma la Psicóloga del INC.
En ese sentido es importante reflejar confianza y, si el menor tiene pesadillas, acompañarlo a su cama y explicarle que lo que creyó ver sólo era un sueño y no una realidad. Además, como aún no dominan esta distinción entre fantasía y realidad, las soluciones pueden ser tan mágicas como el mismo temor. Por ejemplo, si le da susto un monstruo un oso de peluche más grande los puede hacer sentir más seguros.
Más de seis años
La entrada al colegio coincide con la aparición de nuevos temores. A esta edad se estructura un pensamiento más lógico y a buscar explicaciones. Según el doctor Montenegro, acá surge el temor a la muerte: empiezan a ver que las personas o sus mascotas se pueden  morir, pero él aún no se incluye entre las personas que pueden hacerlo. A partir de esta edad empiezan a comprender que es irreversible.
Enfrentar esto depende de la fe que cada padre les transmite a sus hijos, pero de todos modos si preguntan si van a morir hay que darles una respuesta afirmativa. Si han tenido un duelo con una mascota, hay que aclararles que ya no está entre nosotros, pero su espíritu si y que, aunque da pena, es parte del proceso de la vida, concluye Oriana Valverde

viernes, 10 de junio de 2016

Los trastornos que sufren los niños perfeccionistas


Probablemente más de alguno tuvo como compañero  de curso a un niño perfeccionista en el colegio. Aquel chico que era considerado el mas aplicado, que sacaba las mejores notas y que parecía hacerlo todo bien. Amados por los profesores y exigidos por sus padres, estos niños suelen enfrentar gran presión y las burlas por parte de sus propios compañeros que los catalogan como ¨mateos´´.
Isabel Salinas, profesora de Educación Básica, cuenta que es ´´frecuente verlos llorar o amurrarse cuando no obtienen nota 7, aunque nunca bajan del 6,5. A veces suelen ser los padres quienes los presionan. Cuando una les pregunta, los niños cuentan que los papás los castigan si no cumplen sus expectativas´´.
Inseguros y rechazados
Para los psicólogos, El problema surge cuando- en lugar de canalizar positivamente sus buenos resultados académicos -, los niños terminan volviéndose tan competitivos que les resulta imposible enfrentar la idea del fracaso. ´´ Tratan de protegerse de las criticas y temen que se les deje de querer si fallan. Terminan siendo niños muy inseguros´´, asegura Virginia Smith, de la Asociación de Psicólogos en Educación de E.E.U.U.
En chile, la psicóloga y académica de la U. del Desarrollo, Gloria Chanes, explica que la inseguridad surge como patrón en estos niños, ´´porque basan todo su éxito en el rendimiento académico y en el hecho de sentirse validados, especialmente por sus padres. Creen que sólo así pueden tener el control sobre sí mismos y sobre su entorno´´.
La directora de la Escuela de Psicología de la Universidad del Desarrollo en Santiago, María Paz Soublette, explica que en estos casos lo más difícil es darse cuenta que existe un problema. En general el niño ´´mateo ‘no da problema. Se le sigue estimulando en la competencia y lo más probable es que a los 16 años termine convirtiéndose en el antipático del curso´´, dice.
Efectos nocivos
El resultado para estos niños termina siendo, en muchos casos, la marginación y la dificultad para disfrutar el juego con sus pares. También existen trastornos emocionales que, según los expertos, pueden empezar a manifestarse en la adolescencia
´´son niños muy ansiosos, que en su edad adulta pueden caer en estados depresivos. En casos más extremos surgen problemas como la anorexia incluso ideas o intentos de suicidio, porque sienten que son incapaces de cumplir con las expectativas´´, dice Gloria Chanes.
Este tipo de situación se genera especialmente cuando el niño perfeccionista tiene limitaciones para el estudio ´´y no de tipo cognitivo, sino emocional; estrés en el hogar, abuso psicológico o un clima de hostilidad permanente y una fuerte presión por obtener resultados´´, recalca Chanes.

IPS clinica