lunes, 30 de mayo de 2016

¿Qué hacer con un hijo en su adolescencia?






Los papás no cuentan con las herramientas adecuadas para enfrentarlos porque los viejos esquemas resultan inútiles frente a esos nuevos desafíos. Ante esto, la inseguridad, el temor y la angustia se apoderan de ellos y esto promueve los conflictos y las peleas. Entonces, el pronóstico que tenían de lo que iba a ser la adolescencia se cumple.

La adolescencia, es una etapa de transición de la infancia a la adultez, un periodo en el cual el joven busca su identidad y por definición esto trae consigo cambios físicos y psicológicos que no son fáciles. Lo malo es que a muchos padres esta etapa de sus hijos los coge fuera de base. No solo sufren un duelo interno porque su pequeño creció sin saber a qué horas, sino que muchas veces coincide con la crisis de la edad mediana de ellos.

Las parejas cada vez tienen sus hijos más tarde y para cuando estos cumplen 15 años, sus padres son cincuentones con demandas sociales y presiones laborales, tensiones en el matrimonio y cierta inestabilidad emocional. “Además, el mandato social dado por las tendencias de la crianza de hoy es que los papás están a cargo de la felicidad integral de sus hijos y deben procurar que sean perfectos en todos los campos” Durante la adolescencia, ese mandato es una camisa de fuerza que genera más confrontaciones y crisis.

En estos nueve puntosestán las actitudes que hay que corregir para que el joven no rompa la calma del hogar.

1. Visión fatalista: Los padres creen que la adolescencia es un problema y se preparan para afrontarla con pesimismo, desconfianza e inseguridad. Y si bien es cierto que esta puede ser inquietante, si se asume como una etapa llena de sufrimientos y dificultades puede llegar a ser más difícil de lo que en realidad es. El antídoto: No predisponerse y cambiar de enfoque, pues no todo es difícil en estos años. Así como es una etapa de rebeldía también lo es de posibilidades.

2. Pretender ser su amigo: Algunos padres se intimidan con la rebeldía de sus hijos. Para evitar el conflicto optan por ser comprensivos y creen que si son amigos de sus hijos minimizarán la confrontación. El antídoto: En esta etapa los hijos necesitan que sus padres asuman su papel para que los guíen y les pongan límites pues, aunque no parezca, los mayores tienen una gran influencia en ellos. Aún más, necesitan saber que ellos son una especie de puerto seguro. La clave es la manera como se transmite el mensaje y para ello lo mejor es hacerlo con firmeza y de manera oportuna.

3. Expectativas poco realistas: Los papás esperan todo de sus hijos, que sean tranquilos, exitosos, hábiles socialmente, competitivos y disciplinados. Esa misión desgasta porque no es realista. El antídoto: Darle un poco de autonomía al hijo para que viva solo ciertos procesos y confiar en que la educación que se le ha dado hasta el momento le ayudará a tomar las mejores decisiones.

4. Abandono involuntario: Algunos padres le ponen toda la energía de la crianza a la etapa de 0 a 12 años y cuando empieza la adolescencia dejan de hacerlo, ya sea porque están agotados o porque los jóvenes ya parecen adultos que se pueden defender en el mundo. En ocasiones creen que darles libertad es una forma de mostrarles respeto. En todos estos casos, la lectura que hacen ellos es que sus padres los abandonaron. El antídoto: No se puede abandonar el barco porque el joven aún no está listo para ser capitán. Hay que dedicarle tiempo y, sobre todo, estar ahí para cuando él lo necesite.

5. Tirar la toalla: ‘Lo he intentado todo y nada funciona’, ‘Este chino cada vez está peor’ y ‘No sé qué voy a hacer con ese muchacho’, son frases que se les escuchan decir a muchos padres de adolescentes. Esto sucede porque a veces el joven es desafiante, agresivo y rebelde, y ante esto los padres terminan dándose por vencidos. El antídoto: La parálisis es la peor opción. En estas circunstancias ayuda tener redes de apoyo, buscar información para entender que otros padres están experimentando la misma situación.

6. Mala relación con la tecnología: El error de los padres consiste en vivir desconectados de los nuevos medios. Esto los lleva a tomar decisiones extremas, desde prohibir todos los aparatos, hasta darles total libertad. El antídoto: Hay que aprender a usar los gadgets en la vida cotidiana y volver a la tecnología una aliada, no una enemiga. Esto ayuda a hacer una supervisión respetuosa y evitar el estrés de la familia.

7. Una comunicación lejana y agresiva: Insultarlos y humillarlos genera más rebeldía y sensación de soledad, así como falta de pertenencia en una etapa en la que el adolescente necesita precisamente eso, pertenecer. El antídoto: No regañarlos por su forma de ser y menos en público, no compararlos con otros y no reprenderlos constantemente. Los padres deben prestar atención a los sentimientos, necesidades y expectativas de los jóvenes y no a las manifestaciones de rebeldía como la ropa, la música o los aretes, que no son asuntos de gravedad porque ceden con la madurez.

8. Casar batallas con frecuencia: Algunos padres creen que educar es no dejar pasar nada y siempre imponer su posición. El antídoto: Hay que hacer economía psicológica y esto significa elegir con inteligencia qué batallas dar. Tampoco es conveniente tomarse las cosas a título personal, pues el adolescente no es rebelde por molestar a los padres sino porque dicha actitud hace parte de la búsqueda de su identidad. Es importante expresar las inquietudes frente a su comportamiento, pero no es conveniente quedarse en la crítica.

9. La desconfianza básica: Pensar que el joven está al borde del abismo –es decir, del alcoholismo, las drogas, el fracaso académico o las enfermedades de transmisión sexual– genera estrés y pone una distancia. El antídoto: Hay que confiar en la naturaleza del joven y pensar en que los buenos hábitos transmitidos hasta el momento lo guiarán. El pelo desordenado, la ropa descuidada y la música estridente no son indicios de que anda en malos pasos. También es importante que se sientan capaces, que tomen decisiones, fracasen y asuman las consecuencias. 

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