miércoles, 28 de enero de 2015

El verano y el amor, si se llevan bien, hacen muy buena pareja.


Muchos lugares de veraneo fueron los escenarios de nuestra primera relación. Tal vez fue donde nos dieron nuestro primer beso, y es algo que permanece imborrable en nuestros pensamientos. Nuestras aventuras en estos meses de calor se convierten en algo tan importante de esas vacaciones que sin ellos no serían lo mismo.
El cambio de escenario nos ayuda. La playa, los días más largos, la brisa del mar, y todo el tiempo del mundo para divertirnos hacen que la intensidad de nuestras emociones se vean favorecidas gracias a todos estos estímulos placenteros que recibimos.
Cuando estamos en pareja deseamos que lleguen las vacaciones para poder pasar más tiempo juntos, recuperar la pasión y las horas que no tenemos durante el resto del año.  Deseamos relajarnos y olvidarnos de las responsabilidades. Nuestra mente se predispone a pasárselo bien, olvidarse de la rutina. Las altas temperaturas hacen que vayamos más ligeros de ropa y junto al mayor tiempo libre, hacen que la posibilidad de los encuentros amorosos sea mayor.
Un dato curioso es que a nivel biológico en verano aumenta la producción de melatonina en nuestro cuerpo. Esta hormona es la responsable del tono vital, lo cual nos pone de mejor humor y más predispuestos al erotismo.
Ahora bien, todo lo bueno se acaba y hay que saber decir adiós a ese romance estival. Muchos amores de verano acontecen porque son lo que son, cortos, intensos y sin reglas ni títulos. Es tiempo de diversión absoluta y se carece de compromisos.
Del mismo modo las parejas una vez vuelven a sus rutinas deben tener en cuenta que si la relación iba mal, el verano les ha brindado la posibilidad de resolverla. Dialogando, viendo qué cosas estaban fallando y pensar qué hacer para arreglarlas nos ayudará. No hay que confiarse y creer que las cosas se arreglan por sí solas. El verano puede servir para actualizarnos con nuestra pareja, explicándonos qué falla y cómo podemos evitar que se repita.

“Los amores de verano terminan por todo tipo de razones, pero al fin y al cabo todos tienen algo en común: son estrellas fugaces. Un espectacular momento de luz celestial, una efímera luz de la eternidad que en un instante se van”. 
(The Notebook)

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