“Si la vida pierde su
sentido”.
Como podemos darnos
cuenta que la vida ha dejado de tener colores y que estamos inmersos en una
sensación de, ¿Para qué?. De para qué hago todo lo que estoy haciendo. Nos
cuesta disfrutar con las pequeñas y grandes cosas, no tenemos conciencia de
placer ni de deseo, se nos dificulta empezar el día y pareciera ser que hay que
hacer grandes esfuerzos para salir de ese nido de protección que a veces es
nuestro refugio llamado “cama”, tenemos una sensación de estar desvitalizados y
que nuestro mayor deseo es estar “tirado”, es decir “recostado”.
Los deberes se
transforman en una pesadilla y los quehaceres en un,¿ para qué?. Hasta vestirnos
es un gran esfuerzo.
Cuando recobramos los
matices del color de la vida muchas veces tiene que ver con el privilegio de
sentirnos protegidos por otro, por su piel, sus caricias, sus palabras de
comprensión y de amor indudablemente algo de alivio nos otorgan, desde ahí
podemos volver a activar un poco de fuerzas para volver a emprender, y cuando
nos damos cuenta de que algo nos resulta, un logro, actúa como una inyección de
motivación que nos dará el aliento para poder seguir un nuevo período.
Lo que podemos aprender de esto es; “Priorizar
por las relaciones humanas”, en la comprensión y no en la instrucción del otro,
en el acoger y no criticar. No necesitas demostrar tu valía ante el más frágil,
tan sólo detenerte en él como te gustaría que se detuvieran en ti.
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